En cielo, mar y tierra, la ciencia identifica los riesgos y prepara la adaptación de la región ante el cambio climático
El proyecto AdaptaClim, desarrollado por la comunidad científica local, avizora potenciales pérdidas de área cultivable para uva pisquera por sequía u olas de calor, y también, la falta de disponibilidad de agua en ambientes rurales por disminución de precipitaciones, entre otras materias.
El tiempo avanza, y sin darnos cuenta, las hojas de nuestros calendarios se van desprendiendo con mucha celeridad. Nos vemos en el espejo, y sin duda, nos vemos diferentes a quienes fuimos tiempo atrás. De seguro, si nuestro planeta pudiese hacer un ejercicio doméstico como el descrito, vería que su presente es diametralmente distinto a su pasado. En ese espejo, sus temperaturas, glaciares, océanos y lluvias, (entre otros de sus “rasgos”) se muestran muy diferentes a causa, principalmente, de las acciones de nosotros, los seres humanos, que ya estamos conociendo día a día estas diferencias por motivo del cambio climático.
¿Y qué podemos hacer ante este cambio climático? La comunidad científica es la clave para aprender y adaptarse, concepto clave ante esta situación. En este ámbito, y con foco en nuestra zona, el Centro de Estudios Avanzados de Zonas Áridas, CEAZA, culminó recientemente el proyecto “Indicadores Climáticos para la Adaptación en la Región de Coquimbo”, AdaptaClim, que fue financiado por GEF (Global Environment Facility), e implementada por el PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente), y solicitado por el Ministerio de Medio Ambiente de Chile, y que permitió identificar, para la Región de Coquimbo, la presencia de 18 riesgos ante el cambio climático.
Diagnóstico climático
El informe de AdaptaClim, disponible en plataforma Researchgate, indica que el diagnóstico climático de la Región de Coquimbo es complejo y requiere de acciones urgentes. “La región ya sufre una importante disminución de precipitaciones, sequía, desertificación, incremento de marejadas, y cambios en la intensidad de los vientos. Según los modelos climáticos, estos cambios se incrementarán en intensidad y frecuencia, y vendrán acompañados de una mayor ocurrencia de eventos extremos, lo que pone en riesgo tanto la vida de las personas como la seguridad hídrica y alimentaria”, detalló la Dra. Laura Ramajo, investigadora de CEAZA y directora del Proyecto AdaptaClim.
¿Y cuáles son algunos de estos riesgos? El reporte informa, entre otras temáticas, sobre potenciales pérdidas de área cultivable para uva pisquera por sequía u olas de calor; la falta de disponibilidad de agua en ambientes rurales por disminución de precipitaciones; la pérdida de desembarque de machas o producción de ostión por cambios en la temperatura del mar o la surgencia; así como también, el riesgo de mayor presencia de medusas o fragatas portuguesas por el aumento de la temperatura del mar”, expuso la Dra. Ramajo.
Olas de calor en Limarí
En cuanto a las pérdidas de área cultivable para uva pisquera por sequía u olas de calor, la Provincia del Limarí es una de las zonas que presenta mayor riesgo. Al respecto, el investigador de CEAZA, Dr. Enrique Ostria, sostuvo que “más que la sequía, lo que supone un mayor riesgo para la actividad de uva pisquera en la provincia del Limarí son las olas de calor”. Al hacer el cálculo de riesgo, agrega, “las comunas que se verían más afectadas por esta amenaza climática son Combarbalá y Monte Patria, con un riesgo muy alto y moderado, respectivamente”.
Sin embargo, el científico pone sobre la mesa un factor clave para esta provincia: la adaptación. “Una de las ventajas frente a estos escenarios adversos, es que estas comunas tienen una buena capacidad de adaptación, principalmente por el tipo de variedades registradas y utilizadas para el cultivo de uva pisquera, y debido a que hay una mayor tecnificación de riego en la zona, y por ende, un uso del agua más eficiente por parte de los agricultores”.
Respecto a la sequía, el Dr. Ostria explica que se evaluó la amenaza por aumento en la frecuencia de sequía, “y en ese escenario, la amenaza es moderada para las comunas de Monte Patria y Combarbalá, y baja o muy baja para el resto de la provincia”.
¿Y el mar?
Nuestra costa también es susceptible de riesgos, y tal como se mencionó anteriormente, el proyecto AdaptaClim menciona la posibilidad de pérdida de desembarque de machas o producción de ostión, por cambios en la temperatura del mar o la surgencia; así como el riesgo de mayor presencia de medusas o fragatas portuguesas por el aumento de la temperatura del mar.
Al respecto, la investigadora de CEAZA, María Valladares, menciona que en este estudio, se calcularon cadenas de impacto de la pesca artesanal de la macha en Los Choros, en las bahías de Coquimbo y Tongoy; y también, en la producción acuícola del ostión del norte, en las bahías de Guanaqueros y Tongoy.
La científica precisó que en ambos sectores productivos se trabajó modelando dos amenazas climáticas: “el cambio en la temperatura superficial del mar y el cambio en el régimen de surgencia, que se refiere a los procesos oceanográficos que traen nutrientes”. ¿Y por qué el estudio se enfocó en estos dos sectores productivos? “Debido a que el 91% del desembarque nacional de machas está registrado en la Región de Coquimbo y a que la bahía de Tongoy se destaca por ser uno de los mayores centros de acuicultura en el sistema de la corriente de Humboldt”.
¿Hay algo que podamos hacer?
Ante estos escenarios, la Dra. Ramajo subraya que hay que repensar de manera urgente cómo lograr un uso sustentable de los recursos naturales y proteger los ecosistemas terrestres y marinos. “Problemas importantes como el daño de humedales, dunas o bosques de algas elimina esa primera barrera natural que tenemos para afrontar algunas amenazas climáticas como eventos extremos”, agrega.
Entonces, se deben tomar decisiones basadas en evidencia científica, y por ello, ante la información del proyecto AdaptaClim, ya se está elaborando el anteproyecto del Plan de Acción Regional de Cambio Climático (PARCC) de Coquimbo, proceso que lleva adelante el Comité Regional de Cambio Climático (CORECC), a través de la SEREMI de Medio Ambiente de la Región de Coquimbo y con el liderazgo científico de CEAZA.
En un primer encuentro, y con miras a este plan, se realizó el “Taller Participativo: Caracterización de la vulnerabilidad al cambio climático en la Región de Coquimbo”, actividad en la que participaron representantes del ámbito público para entregar su visión acerca de cuáles son los sectores de la sociedad más afectados ante el cambio climático y los sectores críticos para la adaptación en la Región de Coquimbo.
La Dra. Laura Ramajo destaca finalmente la importancia de que este trabajo sea liderado desde la ciencia “para contribuir también con el primer principio de la ley de cambio climático, de que todas las políticas climáticas en Chile tienen que tener esta base científica que aseguren decisiones basadas en evidencia”.